Imaginación administrativa

Mi madre era una persona peculiar.

Tenía el poder del lenguaje, era traviesa, extraordinariamente divertida y muy inteligente.

Fue una chica aventurera en una época en la que las chicas no debían serlo. Se escondía en los armarios para leer historias de viajes que no le dejaban leer y se lanzaba de cabeza al agua de los ríos prohibidos.

Siempre contaba que cuando el hombre llegó a la Luna, estaban en casa todos muy trascendentes e impresionados y ella se puso a cantar: ‘La Luna, la Luna ya está en el bote, ya está en el bote’, lo que le valió una bofetada de su madre, por sacarla del éxtasis. Tenía veinte años y se ganó un tortazo sonoro según relataron los presentes.

A los diecisiete pesaba cuarenta y cinco quilos, medía un metro sesenta y quería ser esquiadora, pero no podía porque el club de montañeros era sólo para hombres.

Acostumbrada a buscar la manera de hacer lo que le daba la gana sin desobedecer, pidió la normativa completa de los Montañeros y se la leyó . A la siguiente mañana hábil se presentó en la oficina de inscripción y dijo que quería anotarse al club de montañeros. Le contestaron que ya le habían dicho que no podía, por ser mujer. Ella contestó, dígame dónde lo pone.

Y no lo ponía. Porque era evidente y se olvidaron de explicitarlo.

Se anotó ella y convenció a más.

Por supuesto fue la primera mujer campeona de esquí gallega. Pero no es ese el asunto de este escrito sino la imaginación administrativa.

He hecho inconscientemente –o porque es tal vez el único de los talentos heredados– de esta preciosa historia un constructo personal relacionado con el urbanismo y la arquitectura.

No desobedecer pero no claudicar a lo imposible por preconcepto.

El primero en descubrirme que esa pasión de traducir las ideas para hacerlas posibles podía servir para cosas importantes fue el insustituible y añorado Juan Luis Dalda, urbanista y profesor de urbanismo de especialidad. Por el cambio de nomenclatura de monte comunal a parque regulado comunal intermunicipal comenzó la aventura.

El desorden vigués o la conversión del disperso en diseminado a través de la costura puntual con equipamientos e infraestructuras compartidas tras comprender que el desorden es sólo orden complejo no comprendido fue la segunda propuesta, que culminó con su explicación a los vigueses del suelo industrial disperso vigués en un autobús en 2007.

Disperso en diseminado. Es increíble, dos sinónimos que adquieren propiedades diferenciadoras por obra de la atribución de cualidades.

Hace unos días me preguntaron que qué era eso de imaginación administrativa. Lo digo tantas veces que se me olvida que tengo que explicarlo. Hoy lo explico.

La imaginación administrativa se refiere a ámbitos complejos de planeamiento o incluso la arquitectura, suelos o espacios bloqueados para solución por bucles circulares imposibles. El juego es leer todo lo obligatorio y darse cuenta de lo que no está. Descubrir lo que no está es más difícil que leer explícitamente todo lo que no se puede hacer. Ahí entra el pensamiento lateral, pensar de muchas maneras diferenciadas, imaginar escenarios posibles o no hasta que uno, paradójicamente, parece funcionar y hacer los tests de stress hasta que uno los supera todos.

Normalmente, el resultado de la imaginación administrativa es como el comentario de un niño, es tan evidente y había estado ahí desde tanto, que es rotundamente cierto aunque nadie se hubiera dado cuenta antes. Luego viene lo del hacerlo realidad, que siempre lleva tiempo y calamidades que hay que compensar con grandes dosis de positividad.

Me dedico a esquiar por otras nieves, pero quiero pensar que soy tan valiente como ella. La que lo es seguro, es su nieta. La aventura continúa.

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