Aprender es entrar en crisis (fetsac ‘19)

1:07-1:37

Hola.

La Crisis clásica es CATARSIS, PURIFICACIÓN: borrón y cuenta nueva.

La Crisis contemporánea psicoanalítica es DESBLOQUEO.

Me habéis llamado para hablar aquí, y es un honor. Gracias.

Estáis tratando el tema de las carencias de las escuelas de arquitectura y os ha llamado la atención uno de mis escritos en el blog noncommon: ‘Outsider’, se llamaba.

En ese artículo quise devolver conceptualmente la palabra arrojada ‘Outsider’ transformándola en posicionamiento proyectual saludable.

(OUTSIDER o ARQUITECTO NORMAL)

(PROYECTAR o HACER PROYECTOS) (de casas, de centros de salud, de humanizaciones,…)

Me gusta dar una vuelta a las palabras cargadas de significado, a los preconceptos. Me gusta mucho usar la palabra PRECONCEPTO. Porque a la palabra pre-juicio, la palabra en castellano, todo el mundo reacciona muy mal y dice siempre no tener ninguno. Sin embargo, a la palabra portuguesa ‘preconcepto’, podemos reaccionar mejor: de eso sí tenemos, sin ofender a nadie, sí, hemos analizado antes de este momento un montón de cosas, hemos pensado en ellas, nos hemos hecho una idea que nos sirve de patrón para otras veces, es natural y es nuestro aprendizaje. Preconceptualizamos para no necesitar empezar de cero cada vez que nos enfrentamos a algo. Si no, sería esto como la película ‘Memento’. (2001 Christopher Nolan. con Guy Pierce)

Y es que en el proyecto, hay que saber cuándo uno debe aplicar las ideas preaprendidas y cuando no. Porque a veces, nosotros mismos nos aprisionamos en compromisos de programa o de solución que no son más que barreras fantasma.

La potencia que tienen los pensamientos preconcebidos para alejarnos de la solución es grande, tanto que hay publicaciones, destinadas a investigadores científicos en las que se habla del Pensamiento Lateral, como aquél tipo de pensamiento que consigue atravesar los preconceptos en el momento pertinente. Podrían ser instrumentos de desbloqueo proyectual arquitectónico también.

Un ejercicio básico de pensamiento lateral es resolver un robo en un vagón de tren del que no se ha visto salir a nadie y en el que dentro sólo quedan una niña y una abuela ciega.

En el pensamiento lateral o en la ausencia de prejuicios, los niños nos ganan: por ausencia de conocimientos y tiempo para haberles pasado cosas, unido a una mente abierta al aprendizaje, tienen menos preconceptos.

A ninguna niña le sorprenderá que la ladrona haya podido ser otra niña, ni tampoco una persona ciega y mayor. Pero nuestros prejuicios nos llevarán a buscar otra situación más probable, masculina y de mediana edad.

Jostein Gaarder en el libro El mundo de Sofía, hablando de la capacidad de sorpresa de los niños pregunta: ¿Quién gritará más en la cocina si papá se pone a volar y se queda enganchado en el techo? ¿Los niños pequeños o la madre? La que va a flipar de verdad es la madre, los niños pequeños están tan acostumbrados a que cada día les pasen cosas nuevas que no habían visto, que probablemente aplaudan.

Estoy trabajando desde hace 20 años en esto, en el Preconcepto en la arquitectura o en el Pensamiento Lateral aplicado a la arquitectura.

El otro día me encontré con este Sputnik en la playa. Sabemos que el cemento, una vez fraguado, adquiere la dureza de una piedra, pero en todos los casos posibles de evolución del desmantelamiento de este muro caído al mar en mi mente, los ladrillos se habrían separado del cemento antes de conformar un canto rodado. Y, sin embargo, ahí lo tenemos. Pre-Concepto de destrucción probable de muro de ladrillo contra el mar, ampliado.

Ilustrándonos, la ruptura del preconcepto sostenido de la gravedad o mejor, del equilibrio estático en unos botes de barco, o el arriba y abajo de Barrio Sésamo o desenroscar el bote, en lugar de desenroscar la tapa. En este caso unos botes de conserva que sirven de almacén, pero para sostenerse en las baldas de un barco modifican su posición y fijándose por la tapa adquieren una posición fija y móvil a la vez.

Sostengo, en un formato muy urbanista del pensamiento, que un cambio de concepto puede cambiar muchas cosas, porque es capaz de cambiar el rumbo de los acontecimientos. Digo formato urbanista, porque el urbanista nunca crea objetos, siembra procesos que germinan.

Juan Luis Dalda cambió un concepto y convirtió el eje desordenado longitudinal Porto-Coruña, la Ciudad Dispersa en su Ciudad Difusa. Conceptos que en un principio son sinónimos pero en los que introduce un cambio de significante, la Ciudad Difusa es una sola y posee un orden subyacente complejo (contrapuesto al significante de desorden identificado previamente) en el que se pueden compartir infraestructuras y equipamientos, aunar fuerzas longitudinales que trascienden fronteras. Dos palabras urbanísticamente conocidas con anterioridad y sinónimas a todos los efectos previos, ya no podían nunca más ser iguales porque a una le inocularon la semilla del orden subyacente. Dalda se cargó el preconcepto de desorden urbano lineal.

José María Ezquiaga cambió un concepto y salvó del turismo masivo a Menorca, m2 hostelero por unidad de cama de hotel. Os animo a visitar el plan insular de la Isla de Menorca, pedido por sus habitantes. Ezquiaga se cargó el concepto de Hotel-Mole e introdujo el Hotel Difuso. Sin obligar a los propietarios de los hoteles masivos de las calas de Galdana y Son Bou, a tirar sus moles, les incentivó a que reconvirtiesen su visión del turismo. La unidad de cama de hotel podría ser de la categoría que fuese, en el m2 hostelero, cuantas más camas por m2 menos categoría menos dinero.

Cada vez que rompemos un preconcepto en la arquitectura despejamos el camino, por el que pasamos todos.

Muchos referentes de la arquitectura y del mundo del arte hablan de esto del preconcepto o de saberse de memoria a uno mismo.

Ilustrándonos, El manejo de las sombras a lo largo de las estaciones en un chiringuito de playa en Lagos, Bueu.

Alejandro de la Sota huía explícitamente del amaneramiento, como algo de lo que el arquitecto y el artista debían huir, algo en lo que era extremadamente fácil caer.

Amanerarse proyectualmente es saberse de memoria la solución a un problema que aún no te han planteado.

Amanerarse es copiarse a uno mismo.

Amanerarse es convertirse en ‘marca’.

Cuántas imágenes vienen a vuestra mente, cuántas canciones… cuántos artistas se han perdido en sí mismos. Morir de éxito, se le llama también.

Dice Ángel González, el historiador del arte que nos abrió los ojos a la historia del arte a través del análisis crítico en su libro ‘Pintar sin tener ni idea’ en la página 42 que Jean Genet relató:

“La más bella escultura de Giacometti la encontré debajo de la mesa al agacharme para recoger una colilla; estaba en medio del polvo, que la ocultaba. cualquier visitante patoso podría haberla roto con el pie…”. Era un temor exagerado, como el propio Giacometti le replicó: “ si es verdaderamente fuerte, se dejará ver. Aunque la esconda.” ahora bien: Esta en concreto ¿la había escondido o estaba allí por su cuenta?

Los proyectos necesitan reposo, dejar de verlos, cocinarse lentos. Lo sabemos. Giacometti, también.

Yo estudio galpones.

A decir verdad, no los estudio. Los capturo, los dibujo y los dejo marchar.

Es lo que hago para estar en crisis permanente.

Digo que no los estudio porque –como os he dicho antes– no son proyectos, ni les otorgo esa categoría. La mayor parte de los objetos construidos analizados están hechos casualmente, a retales, o para ser usados momentáneamente, algunos son accidentales o sólo los veo yo. Muchas veces lo que capturo con mi cámara o mis lápices es un punto anecdótico de su proceso vital. Más bien capturo algo en mi cabeza que veo gracias a ellos.

Estoy escribiendo una tesis sobre la creatividad, sobre la naturalidad, sobre el dibujo como vehículo creativo-proyectual, sobre el aprendizaje de la arquitectura, sobre los horizontes y los límites que como profesionales ponemos, las barreras, los contagios. Se trata de un estudio abiertamente teórico para el que estas arquitecturas me guían con sus rupturas de ideas preconcebidas.

Estudio galpones porque en estas imágenes de objetos construidos que voy encontrando se esconde algo de ese fantasma que es la creatividad en arquitectura.

¿Os ha pasado alguna vez que un niño os dice algo completamente obvio que no habíais pensado así nunca? y os preguntáis ¿Cómo no lo había visto nunca así?

Así dibujó Manuela en el alicatado de la cocina cuando a los 2 años me preguntó de dónde había venido.

Manuela acababa de aprender a hablar y aparqué cerca de casa en un lugar diferente:

¿Nuni tamo?

‘Aquí al ladito’

‘Aquí al ladito’ ¿nuni tá?

o

(Aprendiendo a jugar al ajedrez con 3 años)

Ahora mueves tú y si tienes alguna duda, me dices.

(…)

Papá.

Dime.

¿Qué es una duda?

o

(A los cinco años, nos dijo en la playa:)

El pulpo no tiene ocho patas, tiene una sola pata en falda.

Galpones son esa frase obvia o descabellada que te hace pensar.

Y no son proyectos pero valen para pensar en la arquitectura.

No están proyectados pero hacen pensar en el proyecto y en el proceso proyectual.

Cada uno rompe un preconcepto.

Y en este estudio, se rompen 266 preconceptos propios.

El galpón 39 en Laracha cuestiona la pareja mal avenida de simbolismo y funcionalidad. Le he llamado Postmodernismo. A veces le llamo Rossi, otras veces Venturi.

Los galpones tienen algo que las personas ya formadas en estética no tenemos.La naturalidad al crear espacios.

La naturalidad al crear espacios no hace la arquitectura, obviamente. Pero ayuda al arquitecto a ver dónde está introduciendo preconceptos donde no son necesarios, dónde se está poniendo barreras imaginarias o de estilo, dónde se está amanerando sin saberlo.

Sostengo que la observación es un acto creativo.

Cuando observamos atentamente algo, creamos. Porque no lo entendemos absolutamente todo, allí donde no entendemos, nos inventamos píxeles de deducción como el photoshop al ampliar una imagen.

Atreverse a observar de cerca algo que no conocemos– de cerca nada es normal, que decía Caetano–, aunque creamos conocerlo: dibujar una planta de una obra archiconocida, o la barra de la cafetería de la escuela, o las camas elásticas del Decathlon es un atrevimiento o ejercicio propio de la flexibilidad necesaria para la mente investigadora y también es un juego.

Decía Charles Eames que había que tomarse el juego en serio, bueno, la cita exacta es “Take your pleasure seriously” pero por su deriva proyectual de los dos y de los juegos de ella con su colección de hallazgos hemos venido aceptando lo otro.

Os cuento las reglas de este:

Un galpón es un elemento construido —casi siempre autoconstruido, pero no siempre— efímero de cualquier tamaño, forma, material o peso.

Puede ser un resto, un resíduo. Trabajar con el resto es parte de la investigación.

Puede ser accidental.

Siempre es artificial. Las maravillas de la naturaleza no entran en este juego.

Un galpón te engancha de repente, por algo, por lo que sea, aunque no lo puedas explicar.

Un galpón te lleva a decir, ‘Mira esto, pero en serio’. Te darás cuenta que los galpones aparecen cuando estás leyendo sobre eso mismo que te ha llamado la atención.

Un galpón suele naturalmente llevarte a querer dibujarlo, porque el otro sea capaz de ver eso, tan sutil a veces, que tú ves.

Los galpones dibujados pueden ser fruto del desconocimiento del observador. Como en el caso Viaplana y la lámpara urbana.

El galpón sólo es galpón en su representación. Al revés que el cuadro de Magritte. Ceci n’est pas une pipe.

El galpón nace como uso agrícola, se le acepta cualquier uso proto industrial. El galpón es una idea por encima de una cosa. El uso imaginado también juega.

Se respetan los límites éticos del juego. Esto es un juego de investigación de la creatividad aplicada o percibida a través de la observación atenta. Una infravivienda no es un galpón, es una putada y tiene que ver más con la política que con la arquitectura. Una casa de cartón en un cajero, no es un galpón, es una putada y lo mismo. No somos gente pudiente observando la pobreza, esto no es una investigación sociológica, somos arquitectos aceptando que la creatividad forma parte de la inteligencia colectiva.

Se permite en el juego crear nuevas reglas o cuestionar las anteriores, respetando el marco ético, el juego es abierto a la creatividad.

Cada galpón encontrado en la maraña de los espacios en los que vivimos, cada galpón extraído como idea, es parte de lo que somo como proyectistas. Esto es como un auto psicoanálisis dibujado.

¿Os apetece jugar?

La belleza es lo bonito con título universitario. Antonio Fraguas de Pablo, Forges.

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